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Calle Torre de San Andrés


Esto es un gran ejemplo del por qué digo muchas veces que en Córdoba siempre hay algo que ver y algo nuevo por descubrir. Córdoba es una ciudad misteriosa donde nunca deja de sorprender.
Aquí os quiero contar una historia, algo que realmente me ha pasado. Para los vecinos que residen por la zona estarán acostumbrados, pero lo único que quiero haceros ver es que en esta ciudad siempre hay algo que descubrir y que a cualquier persona de fuera puede impresionarle tanto como me ha impresionado a mí al verlo por primera vez:

Iba paseando por la calle, cuando de repente encuentro a mi derecha una calle llamada "Torre de San Andrés". No quiero sobrevalorar esta calle, porque es una calle cualquiera de Córdoba, pero sin saber por qué, tuve curiosidad de saber el motivo de su nombre y me pregunté por qué se llamaba así, ya que no había ninguna torre cerca.
Me asomé un poquito más, mirando de frente la calle, y ahí está, la torre de la iglesia de San Andrés. Lo entendí todo y me sorprendió mucho.
Cada calle y cada rincón de esta ciudad bimilenaria existe por algo y el nombre de éstas es por un motivo, el cuál siempre puede sorprender a cualquier turista, e incluso cualquier cordobés.
Es de admirar que nuestros antepasados tengan esas ideas tan ocurrentes para hacer calles como esta (o también la Calleja de las Flores) y, que hoy en día, podamos disfrutarlo teniendo a lo lejos la razón del nombre de la calle (Torre de San Andrés).

HISTORIA

En su origen, esta calle no tenía salida y el acceso a la pequeña plazuela y manzana de casas de su interior se realizaba por la Torre de San Andrés.

En esta calle o en sus cercanías, tuvo su casa el poeta judeoconverso Antón de Montoro, apodado el Ropero de Córdoba, por su profesión de aljagibe o sastre.
El escritor vivió en primera persona, padeció y narró los alborotos y persecución que padecieron los conversos en 1473, hechos que han pasado a la historiografía local con el nombre del Incidente de la Cruz del Rastro.

En los años siguientes, Antón de Montoro también sufrió las iras de la Inquisición, siendo su casa confiscada y después entregada por los Reyes Católicos a la mujer e hija de Aliatar, el valeroso Alcaide de Loja, una vez que aquella plaza fue conquistada en 1486 y aquellas damas se convirtieron al cristianismo.

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